Ser Padres

Tu hijo no es malo, es que no lo estás criando bien

Comportamientos como la mentira, la desobediencia, las pataletas infernales… no siempre responden a un niño normal sino a una mala educación o crianza por parte de sus padres.

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No estamos diciendo que cada vez que un niño se comporte inadecuadamente sea culpa de los padres, está claro que los niños son niños y responden a impulsos mayores, además de los de la crianza y la educación, como el cansancio, el sueño o el hambre. Pero muchas veces tendemos a justificar sus actitudes con la frase “es un niño” cuando, en realidad, el niño está malcriado, es decir, que lo que hay de fondo son unos padres que no están educando a su hijo de la manera más constructiva posible. Nuestros errores y aciertos como padres marcan sus actitudes ante la vida y las diferentes situaciones que les tocan vivir. Por eso es importante que revisemos si estamos educando bien a los pequeños, por su felicidad actual y futura.

8 señales de que estás malcriando a tu hijo

1. Los niños desobedientes o excesivamente indisciplinados responden a un patrón típico de falta de límites. Los niños necesitan normas para poder desarrollarse con seguridad, los límites establecen los márgenes del comportamiento que en casa y con los padres se considera adecuado y los permite entender y manejarse con soltura dentro de lo que se espera de ellos. Esto potencia su seguridad y autoestima. Cuando un niño carece de normas tiende a probar los límites de todos los que le rodean y de eso nacen las actitudes exageradamente rebeldes e indisciplinadas. ¿Lo bueno? Aunque llegados a este punto será más difícil que el niño comprenda y acate normas, estamos a tiempo de imponerlas en casa.

2. Si tu hijo constantemente se siente menos que los demás, siente que no vale o que no va a hacer nada bien, en definitiva, si tu hijo tiene muy baja autoestima puede que no lo estés reforzando adecuadamente. La autoestima de los niños necesita los elogios de papá y mamá para formarse adecuadamente. Cambia el chip y no le hagas notar lo que hace mal sino que empieza a reforzar positivamente lo que sí hace bien, que seguro son muchas cosas.

3. Los niños que no son resolutivos con sus problemas en el día a día son niños que esperan que les solucionen todo, desde una pelea en el cole hasta los deberes o un encontronazo con un profesor, porque siempre han sido papá y mamá los que les han solucionado los problemas. Estos niños acaban no luchando ni esforzándose en lograr sus objetivos, se vuelven niños perezosos que se han acostumbrado a que otros (generalmente sus padres) luchen sus batallas, así que cuando no les quede otra que librarlas ellos mismos no sabrán hacerlo porque nunca habrán aprendido a hacerlo. Entendemos que cuando vemos al niño sufrir ante un inconveniente nos sale protegerlo y solucionarlo nosotros, pero debemos reprimir ese impulso para que ellos desarrollen su seguridad y para que entiendan que en esta vida nada viene regalado (o que generalmente no será así).

4. Si saltamos a recogerlo del suelo al mínimo rasguño, si lo ayudamos a subir y bajar siempre del columpio, si lo observamos con pánico si intenta subirse a un árbol o gritas con horror si va rápido en la bici o bien te asustas porque piensas que se va a caer… entonces eres un padre que sobreprotege a su hijo y las consecuencias de eso pueden ser varias: niños miedosos, inseguros, que se creen incapaces de los logros propios de su edad por lo que desarrollan una personalidad retraída y tímida; por otro lado podemos encontrarnos con niños que no gestionan bien su frustración y, entonces, montan una pataleta por cualquier tontería. Intenta controlar tus impulsos, los niños se caen y se frustran y es parte de un normal y sano desarrollo y aprendizaje.

5. Cuando un niño siente excesivos celos o envidia de sus hermanos, primos o amigos es probable que se lo esté comparando con los demás niños. Esto hace que el niño se sienta inferior y desarrolle animadversión hacia las personas con las que se le hace la comparación y acabará haciéndolo con todos los que considere que pueden ser susceptibles de ser comparados con él, lo que aumentará su ansiedad e inseguridad. No compares, refuerza lo positivo y encauza las cosas mejorables pero nunca, nunca compares a dos niños porque cada uno es diferente y tiene sus virtudes y defectos.

6. Si tu hijo tiene problemas para controlar sus impulsos, no sabe expresas sus sentimientos, se muestra desconfiado con los demás es consecuencia de una falta de afecto y apego. No decimos que no se le esté queriendo sino que probablemente el niño no lo sienta así, o no lo recibe de la manera que él necesita. En este caso hay que hacer un esfuerzo extra para demostrar el amor y cariño que sentimos, sobre todo durante la etapa infantil que es donde se sientan las bases de la personalidad y el carácter del pequeño.

7. Cuando un niño miente mucho puede deberse a la rectitud de los padres. Unos padres demasiado estrictos, con altas expectativas y que se muestran decepcionados con el más nimio inconveniente genera en los niños la necesidad de mentir para evitar la ira, el enfado, el castigo o hasta el desprecio que siente que expresan sus padres ante determinadas situaciones.

8. Si tu hijo tiene un mal comportamiento general con muchos llantos, gritos, constantes rabietas, si no atiende a razones o hasta muestra un retroceso en el desarrollo, entonces es el momento de valorar si la atención que le estás prestando al pequeño es la adecuada o la que necesita. Pasar tiempo con ellos y mostrarnos interesados por sus inquietudes y sus vidas es fundamental para que aprendan y se desarrollen de manera saludable.

Vídeo: Los errores comunes que (casi) todos los padres cometemos

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